Estética de Sócrates, Platón y Aristóteles.
Situación y Características del Pensamiento de Sócrates
Se conocen muy pocos datos de la vida de Sócrates. Este filósofo griego nació en Atenas hacia el año 470 a.C. (o 469 para otros autores) y murió en el 399. Fue, por tanto, contemporáneo de Demócrito y de los sofistas. Al parecer, Sócrates vivió muy modestamente y dedicó su existencia a transmitir sus enseñanzas, por lo que tuvo numerosos discípulos. Entre todos ellos, destaca Platón, que fue el gran responsable de la imagen de Sócrates que ha perdurado en historia posterior. Gracias a él, sabemos que murió en el año 399, cuando fue acusado de impiedad (de ofender a los dioses y de corromper a la juventud) y condenado a beber cicuta. Según cuenta Platón en el Fedón, su maestro murió serenamente, mientras discutía con sus discípulos sobre la inmortalidad del alma.
Aunque Sócrates está considerado como uno de los grandes maestros de la filosofía occidental, no es fácil fijar con exactitud cuáles fueron sus enseñanzas, pues no dejó nada escrito. Además, los que escribieron sobre él dan distintas versiones o interpretaciones contradictorias acerca de sus ideas. Esta cuestión, que ha sido ampliamente debatida, es lo que se conoce en filosofía como "El problema socrático".
Básicamente, conocemos las ideas de Sócrates a través de los Diálogos de Platón, que fue uno de sus discípulos directos. Sin embargo, en estos diálogos es muy difícil distinguir las ideas que corresponden a Sócrates y las que pertenecen a Platón.
Este problema de fuentes afecta en menor medida a las ideas estéticas de Sócrates, ya que en este aspecto existe un solo informador: Jenofonte (circa 430-355 a.C.), que también fue su discípulo.
Jenofonte expuso las ideas estéticas de Sócrates en su obra titulada Recuerdos de Sócrates, concretamente en los capítulos VIII y X del Libro III. Aunque no todos los historiadores de la filosofía están de acuerdo, la diferencia entre estos escritos y los Diálogos de Platón, es que éste último pone en boca de Sócrates su propia opinión de la belleza, mientras que las conversaciones transmitidas por Jenofonte parecen ajustarse más a la realidad.
Aunque Sócrates se interesó por varias cuestiones estéticas, es importante tener en cuenta que su posición en la historia de la filosofía se debe a sus aportaciones en el campo de la Lógica y, sobre todo, de la Ética.
Como hemos visto, Sócrates fue contemporáneo de Demócrito y de los sofistas.
La diferencia fundamental con Demócrito es que éste fue el último gran filósofo preocupado por los problemas de la naturaleza, mientras que Sócrates está más interesado por las cuestiones relacionadas con el hombre, al igual que los sofistas. Sin embargo, aunque Sócrates se planteó los mismos problemas humanistas que los sofistas, tomó una postura completamente distinta. Frente a las doctrinas relativistas de los sofistas y su actitud escéptica y subjetiva, Sócrates trató de establecer unos conceptos precisos y fijos, unas definiciones universales que pudieran servir de base a la conducta del hombre. Su objetivo era, por tanto, buscar la verdad segura, la "verdadera sabiduría" para que el hombre pudiera obrar bien. Para ello utilizó la mayéutica o método de la ironía, que consistía en entablar un diálogo o conversación dialéctica en el que el interlocutor ponía de manifiesto sus propias contradicciones y finalmente descubría la verdad que se encuentra en su interior. Estas conversaciones, dirigidas por Sócrates, iban desde un concepto menos adecuado a otro mejor o desde ejemplos particulares a una definición universal, tratándose por tanto, de un proceso inductivo.
Llamó a su método mayéutica (arte de partear) para expresar su intención de hacer que los demás diesen a luz en sus mentes las ideas verdaderas, con el fin de que actuaran de la manera más justa. Su filosofía tenía, por tanto, un fin práctico. Pero, a diferencia de los sofistas, nunca cobró por sus enseñanzas. En realidad, él no se consideraba un maestro, pensaba que no trasmitía elecciones, sino que ayudaba a reflexionar a los otros.
Sócrates estuvo en completo desacuerdo con el relativismo de los sofistas en la ética. Fue un hombre que defendió el bien y la verdad como valores absolutos. Sin embargo, no sucedió lo mismo con la estética, pues admitió la existencia de elementos relativos en el arte y la belleza.
Las Ideas Estéticas de Sócrates
Las principales aportaciones estéticas de Sócrates pueden agruparse en cinco tesis fundamentales: la teoría de la representación de la naturaleza por el arte; la teoría de la idealización en el arte; el concepto de "belleza espiritual"; la teoría de la belleza y su adaptación al fin y sus observaciones sobre el concepto de euritmia. Las fuentes de todas ellas son los Recuerdos de Sócrates, de Jenofonte.
Las tres primeras, referidas a la teoría del arte y, en concreto, al concepto de mímesis, se ponen de manifiesto en el diálogo que Sócrates mantiene con el pintor Parrasio. La idea de la belleza y su adaptación al fin aparece en el diálogo con el filósofo Aristipo y, el concepto de euritmia, en el diálogo con Pistias, el fabricante de corazas.
La teoría de la representación de la naturaleza por el arte
Según la información recogida por Jenofonte, Sócrates fue uno de los primeros filósofos que intentaron delimitar los rasgos peculiares del trabajo del artista, concretamente del pintor y del escultor. Es decir, intentó establecer los rasgos que distinguen a la pintura y a la escultura del resto de las artes. (Algunos autores señalan que así como el trabajo de comadrona de su madre influyó en la denominación de su método práctico, la mayéutica, la profesión de escultor de su padre puede relacionarse con este interés).
Sócrates explicó que, mientras las otras artes, como las del herrero o el zapatero, por ejemplo, crean objetos que la naturaleza no produce, la pintura y la escultura repiten lo mismo que ya existe en la naturaleza. Es decir, tienen un peculiar carácter imitativo y representativo que las diferencia del resto.
En el diálogo de Sócrates con el pintor Parrasio, recogido por Jenofonte (Texto 1), el filósofo le dice al pintor: "La pintura es una representación de lo que se ve". Esta idea era evidente para los griegos, pues, como vimos, carecían del concepto de creación artística, no valoraban, como principio general, la originalidad. Por esta razón, la idea fue aceptada y llegó a ser fundamental en los primeros grandes sistemas estéticos de Platón y Aristóteles.
En este diálogo, Sócrates se está refiriendo al concepto de "mímesis", aunque no utilizó todavía esta palabra. Se plantea así un problema de términos.
Recordar que en la cultura griega arcaica, la palabra mímesis se utilizó para hacer referencia a la manifestación de los sentimientos, la expresión de experiencias, aplicándose a la música, danza y poesía.
Demócrito fue el primero en modificar el sentido de la palabra mímesis, refiriéndose con ello a la imitación del arte por la naturaleza en el sentido de remedar. Es una primera formulación y un concepto mucho más amplio que el de Sócrates, ya que éste lo refiere exclusivamente a las artes de la representación: a la pintura y la escultura y lo utiliza en el sentido de reproducir la realidad externa.
La teoría de la idealización en el arte
Se trata de una idea estética sobre el arte directamente relacionada con la anterior. También aparece en su diálogo con Parrasio, en el que dice Sócrates: "Al reproducir las figuras hermosas, como no es fácil encontrar un solo hombre que tenga todo irreprochable, reuniendo de muchos lo más hermoso de cada uno, hacéis así que parezcan hermosos los cuerpos enteros". Con estas palabras, Sócrates formuló la teoría de la idealización de la naturaleza, que completa y modifica la teoría de la representación de la naturaleza por el arte. Es decir, el arte no imita exactamente a la naturaleza, sino que la idealiza, la mejora.
Esta segunda tesis de Sócrates arraigó en Grecia tanto como la primera, pues ya era conocida y puesta en práctica por los artistas. Desde que la idea del arte como representación nació por primera vez en Grecia, estuvo siempre unida al concepto de idealización. Por esta razón, Parrasio le contestará a Sócrates: "Lo hacemos así, en efecto".
Los escritores posteriores de la Antigüedad desarrollarán esta tesis de la idealización del arte en varias ocasiones, pero sin mencionar ya a Sócrates. Para ilustrar esta teoría solían contar una anécdota sobre el pintor Zeuxis. Según contaban, este artista, al pintar un retrato de Helena para el templo de Hera en Crotona, escogió a cinco modelos entre las muchachas más hermosas de la ciudad y combinó los mejores rasgos de cada una en una figura de belleza ideal.
El concepto de "belleza espiritual"
En el diálogo con Parrasio, aparece una tercera idea estética. Sócrates afirma que la pintura y la escultura no sólo representan el cuerpo, sino también "el carácter del alma", es decir, lo no visible, como las actitudes o disposiciones mentales y los sentimientos.
En esta conversación, Parrasio manifiesta, al principio, sus dudas, porque para él, ésto estaba por encima de las posibilidades del arte, sin embargo, acaba por aceptar los argumentos de Sócrates admitiendo que una representación humana puede ser expresiva, sobre todo a través de los ojos que pueden manifestar: "la grandeza y la dignidad, la humillación y la bajeza, la templanza y la inteligencia, la soberbia y la vulgaridad". Esta idea es una segunda modificación realizada frente a una concepción puramente representativa del arte. El arte no sólo reproduce el aspecto exterior de la naturaleza idealizándola, sino que también es capaz de reflejar lo no visible, las actitudes o disposiciones mentales.
Esta era una afirmación nueva y no fue aceptada inmediatamente por los griegos. Sin embargo, no era una idea inesperada, pues se basaba en la evolución del arte de la época y en las nuevas corrientes que nacían a finales del siglo V a.C.
La tercera tesis estética de Sócrates es particularmente reconocible en la escultura. Es fácil ver la relación de esta idea con las obras de escultores, Praxíteles o Escopas, que empezaron a realizar obras más expresivas individuales, frente al esquematismo del periodo arcaico o la idealización distante de artistas anteriores.
Para autores como Tatarkiewicz, en esta idea de Sócrates, en la capacidad del arte por representar "el alma", ya estaba contenido el concepto de belleza espiritual. Este concepto se alejaba de la concepción pitagórica de una belleza exclusivamente formal que dependía de la proporción, de la medida y el número. Para Sócrates, la belleza dependía también de la expresión de sentimientos y emociones. Esta teoría establecía una conexión más estrecha entre la belleza y el hombre, mientras que la concepción pitagórica buscaba la belleza en el cosmos.
El concepto de belleza espiritual no aparece en la cultura griega antes del periodo clásico. En cambio, en los sistemas posteriores, los dos conceptos; la belleza de la forma y la belleza del alma, serán igualmente importantes.
La teoría de la belleza y su adaptación al fin
Jenofonte recogió otras ideas fundamentales de Sócrates acerca de la belleza en el diálogo que mantiene con Aristipo (Texto 2). Hay tres aspectos fundamentales en ese texto.
En primer lugar, cuando Aristipo le pregunta si conoce cosas hermosas, Sócrates le responde que las cosas hermosas eran diversas, cada una de ellas distinta a la otra (Un hermoso corredor no se parece a un hermoso luchador. Un escudo bello es distinto a una bella jabalina).
Entonces Aristipo se pregunta ¿Cómo es posible que llamemos bellas cosas tan diferentes? ¿Cuál es su rasgo común? Para Sócrates la belleza de una cosa reside en que se adapte a su fin, una cosa es hermosa si corresponde a su propósito. (Un escudo es hermoso cuando protege bien y una jabalina cuando sirve para lanzarla con fuerza y rapidez. Por eso puede ser hermoso un cesto para llevar a estiércol).
El tercer aspecto fundamental es que Sócrates identifica la belleza con el bien. En el texto, Sócrates afirma que todo lo que es bueno es también hermoso. Esta identificación entre la belleza y el bien era natural para los griegos, estaba presente en su tradición, no sólo por el amplio concepto de Kalón, sino también porque concebían lo bueno como aquello que cumplía su función.
Sócrates pensaba que todo lo que es bello y bueno es a la vez útil, se adaptaba a su fin. La idea de belleza, adaptación al fin y la identificación de la belleza con el bien se resume en la última frase del texto: "Todas las cosas son buenas y hermosas para lo que vayan bien y malas y feas para los que vayan mal". A este tipo de belleza la llamó Armótton, palabra que tiene la misma raíz que armonía.
La tesis de Sócrates sobre la belleza como adaptación al fin parece tan relativista como las tesis de los sofistas. Sin embargo, la diferencia entre ambas es fundamental. La postura de Sócrates es funcional, mientras que la de los sofistas es subjetiva.
El concepto de euritmia
La quinta tesis fundamental de la estética socrática se refiere a la euritmia, término con el que se hace referencia a las buenas proporciones. Esta idea aparece en el diálogo que Sócrates mantiene con un fabricante de corazas llamado Pistias (Texto 3). En este caso, Pistias considera que sus corazas tenían buena proporción porque se ajustaban al cuerpo del que iba a utilizarlas.
Entonces, Sócrates se pregunta: ¿Qué pasará entonces con la coraza preparada para un hombre cuyo cuerpo esté mal proporcionado? O, dicho de otro modo, ¿Cómo hacer una coraza eurítmica para alguien que no está construido eurítmicamente? ¿Debe en este caso el armero preocuparse por ajustar la coraza al cuerpo o buscar sólo las buenas proporciones? Pistias opina que también en este caso la coraza tenía que ajustarse al cuerpo, ya que en eso consistían las buenas proporciones.
Para intentar aclarar el problema, Sócrates introdujo una importante distinción. En realidad existen dos tipos de euritmia, de buenas proporciones o de belleza: la belleza de una cosa por sí misma, por su forma exterior, y la belleza como adaptación al fin, la belleza para el que la utiliza, de la que habla Pistias. Para Sócrates sólo este último tipo de belleza coincide con la conformidad al fin, siendo, por tanto, más valiosa.
Esta diferenciación fue de gran importancia para la historia de la estética. Numerosos escritores griegos y, más adelante, romanos, la aceptaron y la aplicaron.
Como hemos visto, la belleza de la adaptación al fin fue denominada por Sócrates "armótton", de la misma raíz que armonía.
Situación y Características del Pensamiento de Platón
Con Platón (428-347 a.C.) nos encontramos no sólo ante uno de los filósofos más importantes de la época clásica, sino también con uno de los pensadores más grandes de todos los tiempos. Platón nació en el seno de una familia aristocrática, hecho que explica muchos rasgos de su pensamiento. Esta posición también hizo posible que fuera educado por los mejores maestros de su tiempo. Por esta razón, tuvo una cuidada formación en todos los ámbitos del conocimiento.
No obstante, a los veinte años (en el año 407 a.C. aproximadamente) conoció a Sócrates quien, a partir de este momento, se convirtió en su único maestro. Ser discípulo de Sócrates ejerció una gran influencia sobre su vida y su filosofía. Entre otras cosas, la condena a muerte de su maestro le hizo darse cuenta "de la injusticia y los errores de la democracia ateniense". Orientó además su pensamiento, pues de él heredó su concepto de la verdadera "sabiduría", es decir, de la necesidad de encontrar los "universales" o definiciones válidas para todos los hombres y unos valores morales sólidos. Tras la muerte de su maestro en el 399 a.C., viajó por distintos países hasta que en el año 388 a.C. (o 387 según autores) se estableció definitivamente en Atenas y fundó su escuela: la Academia. Platón permaneció en ella durante veinte años dedicado al estudio y a la enseñanza.
La Academia fue la primera escuela de filosofía organizada, aunque en ella no sólo se estudiaba filosofía. Los estudios de la Academia englobaban todas las disciplinas necesarias para la formación de los filósofos gobernantes. Se impartían otras disciplinas como matemáticas y astronomía, música, jurisprudencia, historia natural y dialéctica. La dialéctica supone la continuación del método de diálogo inaugurado por Sócrates. Se entendía como el arte de pensar ligado al lenguaje, como una gramática de las ideas, una elaboración técnica de conceptos. Sin embargo, Platón pensaba que su enseñanza antes de los treinta años podía ser muy perjudicial. Las matemáticas constituían otro importante campo de investigación. De hecho, en el frontispicio de la Academia podía leerse la siguiente inscripción: "Nadie entre aquí sin saber geometría". El estudio de las diferentes partes de las matemáticas (geometría, aritmética y teoría de los números) se consideraba necesario antes de aprender la dialéctica. Ligado a ella se encontraba la astronomía entendida como una geometría de los astros que llevaba a la aplicación de las proporciones y a la explicación de los astros en sí. Se recogía, de este modo, la herencia pitagórica.
No obstante, es importante precisar que, según las palabras del propio Platón, la intención de todos estos estudios era fomentar el amor desinteresado por la ciencia. En las Historias de la Filosofía, podemos leer que en la Academia se perseguía la verdad o que sus miembros se reunían en el culto común a las Musas. Todo ello tiene el mismo sentido. Estos estudios de carácter científico y desinteresado se diferenciaban claramente de las enseñanzas "prácticas" de los sofistas.
El problema de las fuentes
Como hemos visto, al enfrentarnos al estudio de la mayoría de los pensadores antiguos nos encontramos con el problema que plantea la ausencia de fuentes. Sólo disponemos de unos pocos fragmentos o bien, de testimonios y citas procedentes de autores posteriores.
En el caso de Platón (y Aristóteles), sucede todo lo contrario: hay demasiados textos. Por ello, los escritos de Platón, fundamentalmente sus Diálogos, plantean varios tipos de problemas. Por una parte, es necesario comprobar la autenticidad y la atribución de sus obras. Los historiadores de la filosofía han trabajado durante muchos años intentando separar las obras que las tradiciones le atribuyen y las dudosas o apócrifas. Por otro lado, está la cuestión del orden cronológico de las obras. Existe además otro problema derivado del propio carácter de los Diálogos.
Platón, además de dirigir los estudios de la Academia, impartía clases o lecciones. Estas lecciones académicas nunca llegaron a publicarse. Su pensamiento lo conocemos gracias a los Diálogos que estaban dirigidos al gran público, a las gentes cultas y con conocimientos de filosofía. Son, por tanto, obras literarias complejas que tratan temas muy variados.
Entre ellos se encuentran las cuestiones relacionadas con la historia de la estética. Algunos historiadores de la filosofía griega (como Eduard Zeller) han llegado a afirmar que Platón nunca se ocupó de la estética porque no ordenó sus ideas estéticas ni las elaboró de forma sistemática. Sin embargo, esta misma cuestión podría aplicarse también a la obra de los filósofos anteriores y contemporáneos. Otros autores, como Raymond Bayer, señalan que, aunque Platón nunca escribió una estética propiamente dicha, toda su metafísica puede considerarse como tal. En realidad, los escritos de Platón contienen todos los elementos de la estética, pero sin un orden sistemático.
Las cuestiones relativas a la belleza y al arte aparecen especialmente en sus dos grandes obras: La República, que es su gran obra de madurez y Las Leyes, que es uno de los diálogos principales que escribió en la vejez. En otras obras, presentó aspectos concretos. Así, por ejemplo, en el Hipias Mayor señaló las dificultades para alcanzar una definición de lo bello; en el Ión aparece la teoría espiritualista de la poesía; en El Banquete, otra de las de grandes obras de madurez, presentó su teoría idealista de la belleza y en el Filebo, escrito en la vejez, se recogen muchas observaciones sobre el concepto de belleza que mantiene en esta época.
Relación con su pensamiento filosófico
Como sucede con los filósofos que hemos visto hasta el momento, las ideas estéticas de Platón están estrechamente relacionadas con su pensamiento filosófico.
Por una parte, la teoría idealista de la existencia y la teoría apriorística del conocimiento influyeron sobre su concepto de la belleza.
Por otra, la teoría espiritualista del hombre y la moralista de la vida se reflejan en su concepción del arte.
Por otro lado, no es posible comprender las ideas estéticas de Platón sin conocer su teoría del conocimiento, su teoría de las Ideas, del alma y del Estado perfecto. La diferencia fundamental con el pensamiento estético de los filósofos anteriores es que, con Platón, por primera vez, los conceptos de belleza y de arte quedan incluidos en un gran sistema filosófico, un sistema idealista, espiritualista y moralista.
No obstante, es muy importante tener en cuenta que Platón nunca publicó un sistema filosófico completo, bien estructurado y acabado. Escribió sus textos a lo largo de más de 50 años y en ellos su pensamiento fue evolucionando.
Al buscar soluciones cada vez mejores y al plantearse nuevos problemas, cambió con frecuencia de opinión. Por eso, sus Diálogos ofrecen distintos puntos de vista, que pueden llegar a cuestionar ciertos supuestos básicos previamente establecidos. Las variaciones de su pensamiento también afectaron a sus conceptos estéticos.
Las Ideas Estéticas de Platón
Las principales aportaciones estéticas de Platón pueden agruparse en dos grandes temas fundamentales: todas aquellas cuestiones que se refieren a la teoría de la belleza y las que tratan de la teoría del arte.
Entre las primeras, es decir, entre sus aportaciones a la teoría de la belleza, pueden destacarse cinco aspectos: el alcance y la valoración del concepto de belleza; la postura de Platón ante las definiciones de belleza anteriores, concretamente frente a la definición funcionalista de Sócrates y a la definición de belleza estética de los sofistas; las dos definiciones del concepto de belleza propuestas por Platón y las observaciones que se refieren a: La diferenciación entre la belleza estética y la belleza moral y la belleza absoluta y la belleza relativa.
Sus principales aportaciones a la teoría del arte se refieren a cuatro aspectos: el concepto de arte y sus consecuencias; la división de las artes y el concepto de mímesis; los objetivos del arte y la condena del arte.
APORTACIONES A LA TEORÍA DE LA BELLEZA
Alcance y valoración del concepto de Belleza
Platón entendió la belleza muy ampliamente. Con este concepto abarca no sólo los valores estrictamente "estéticos", sino también los morales y los relativos al conocimiento. Este no es un concepto particular de Platón, sino que fue común a la mayoría de los griegos durante la Antigüedad. Se trata del concepto de Kalón.
Como ya vimos, el concepto griego de la belleza era muy general y hacía referencia no sólo a los objetos materiales, sino también a los elementos sociales, caracteres y nociones como la virtud y la verdad. Hablando de "lo bello" se referían a todo aquello que gusta, atrae o despierta admiración, además de todo lo que es justo y es bueno. En realidad, este concepto de belleza era muy semejante al concepto del bien, entendido en sentido amplio.
Por esta razón, no es extraño que Platón llegara incluso a utilizar los dos términos, belleza y bien, como sinónimos. En este sentido, deben entenderse las palabras que aparecen en el Banquete, con las que Platón alaba la belleza como valor máximo. En él, escribe: "Si es que haya algo por lo que vale la pena vivir, es para contemplar la belleza".
Para interpretar correctamente esta afirmación deben tenerse en cuenta dos cosas. En primer lugar, que no se trata de un elogio a la belleza estética, es decir, a la belleza de las formas o del aspecto exterior de las cosas, como se interpretó luego en alguna ocasión. En segundo lugar, que Platón identificó la belleza con el bien y la verdad, considerándolos los mayores valores humanos.
Por otro lado, de lo dicho hasta ahora se desprenden dos ideas fundamentales: el amplio sentido que le da al concepto de belleza y el alto valor que Platón atribuía a la belleza.
El concepto de belleza. Postura ante los planteamientos anteriores.
La amplitud del concepto de belleza que tenían los griegos estaba establecida. Se trataba, sin embargo, de una noción demasiado general. Era necesario determinar su contenido, aclarar en qué consistía la belleza, proponer una definición. Para ello, Platón consideró las definiciones de la belleza realizadas por sus antecesores, concretamente la definición socrática, el concepto de armótton (la belleza de una cosa consiste en que se adapte a su fin) y la definición de belleza estética de los sofistas (lo bello es lo que produce placer por medio de la vista y del oído).
Este primer intento por definir la belleza aparece en uno de sus diálogos más tempranos: el Hipias Mayor. En él conversan Sócrates y el sofista Hipias, representando la postura funcionalista y la hedonista. El objetivo de esta obra era destruir las ideas falsas anteriores sobre cuestiones estéticas y partir de una nueva base. Sin embargo, este primer intento de definir la belleza fue negativo, pues Platón rechazó las definiciones conocidas sin encontrar una mejor.
Platón rechazó la definición funcionalista de Sócrates presentando dos objeciones o argumentos.
Primera: la adaptación al fin puede ser el medio para llegar a lo bueno, pero no puede constituir lo bueno por sí mismo. Recordar que Sócrates pensaba que lo que es bueno es también hermoso porque creía que lo bueno era lo que cumplía su función, lo que se adaptaba a su fin. Por tanto, Sócrates, pensaba que todo lo que es bueno, es a la vez bello, porque se adapta a su fin, pero que no todo lo bello es bueno. Por el contrario, Platón pensaba que lo bello siempre es bueno y no podía aceptar ninguna definición que no estuviera de acuerdo con este enunciado. La cuestión está en que Platón no puede aceptar la visión de su maestro porque no cree que lo eficaz para un mal fin sea bello.
Segunda objeción: existen cuerpos, formas, colores y sonidos hermosos que apreciamos por ellos mismos y no en función de su utilidad. Por tanto, no entran en la definición socrática, que resulta insuficiente. Recordar que el propio Sócrates había distinguido en su diálogo con Pistias entre las obras bellas en sí (pulchrum) y las cosas que son bellas por su utilidad (armótton, que sería traducido como aptum o decorum).
Platón tampoco aceptó la definición hedonista de los sofistas según la cual "lo hermoso es lo que produce placer por medio del oído y de la vista". En este caso, presentó cuatro argumentos.
Primero: por ser una definición demasiado restringida o limitada. Como hemos visto, para Platón la belleza no se limita a los objetos sensibles. Pensaba que los sofistas restringían el concepto griego de lo bello, limitándolo a la belleza de las apariencias y de las formas, olvidando así nociones fundamentales como la sabiduría, la virtud, los actos heroicos o las buenas leyes.
Segundo argumento: por interpretar la belleza subjetivamente, ya que los placeres provocados por los objetos bellos no son una propiedad objetiva que tienen éstos, sino una reacción subjetiva hacia los mismos. Para Platón, la belleza es una propiedad objetiva de las cosas y no una reacción subjetiva de las personas hacia ellas. El entendimiento objetivo de la belleza es una de las características más destacadas de la estética platónica.
Tercer argumento: el placer es claramente fugaz. En consecuencia, no sirve como prueba de la belleza, que es una propiedad permanente.
Finalmente, objetó que no todo lo que produce placer o nos gusta es bello de verdad, a veces sólo lo aparenta. Estableció así una importante diferenciación: una cosa es la belleza aparente, la que podemos conocer a través de nuestros sentidos, y otra, la belleza real que únicamente podemos conocer a través de la razón. Esta cuestión se menciona en un fragmento de la República (Texto 1): "Los que son amantes de la audición y los espectáculos gustan de los bellos sonidos, formas y todo lo realizado a partir de tales cosas, pero su inteligencia es incapaz de ver y gustar la naturaleza de la belleza en sí misma". La interpretación objetiva y absoluta de la belleza no era innovadora, ya que formaba parte del pensamiento tradicional de los griegos. Sin embargo, al establecer esta diferenciación entre la belleza real y la aparente, Platón rompía con la tradición. Como veremos a continuación, este aspecto está relacionado con su teoría del conocimiento.
El concepto de belleza en Platón: definiciones
Los escritos posteriores de Platón tampoco proporcionan una "definición formal" de la belleza, aunque aclaran suficientemente su manera de entender este concepto. En ellos, aparecen dos conceptos de lo bello: uno es de origen pitagórico y lo adoptó en su vejez. Es el que aparece en sus últimos trabajos, como el Filebo y las Leyes.
El otro concepto de belleza es obra del propio Platón y aparece desarrollado en los diálogos escritos en los años de madurez, fundamentalmente en la República y en el Banquete.
La belleza como orden y medida
La concepción pitagórica de la belleza fue asumida y desarrollada por Platón. El filósofo veía la esencia de la belleza en el orden, la medida, el equilibrio y la proporción, en la armonía en sentido amplio. A este concepto corresponde el fragmento del Filebo: "Pues la medida y la proporción ciertamente resultan en todas partes belleza y virtud... Así pues, si no podemos captar el bien bajo una sola característica, sí podemos con tres, belleza, proporción y verdad".
Platón concibió así la belleza, como una propiedad objetiva y cuantitativa que podía expresarse matemáticamente. Como explica Bayer, esta idea de belleza suponía asumir la creencia en la construcción geométrica del mundo, en la omnipresencia de los números, en la estructura geométrica y armoniosa del universo.
El motivo pitagórico de la medida y de la proporción apareció relativamente tarde en su filosofía, pero se convirtió en una característica dominante de la estética platónica.
La idea de belleza
La segunda concepción de la belleza que Platón sostiene en su madurez fue producto del sistema filosófico que él mismo había creado. Se trata de un sistema espiritualista e idealista que sostenía que en el mundo no sólo existen cuerpos, objetos sensibles y perecederos, sino también almas e ideas eternas. Las almas son más perfectas que los cuerpos, y las Ideas más perfectas que los cuerpos y las almas.
Para entender este aspecto, es necesario recordar brevemente la teoría del conocimiento de Platón. Para este filósofo, al igual que para su maestro Sócrates, el verdadero conocimiento es el que se ocupa de lo universal, de lo inmutable y lo eterno (lo necesario). Pero los sentidos sólo conocen seres individuales, que cambian constantemente y que perecen (lo contingente). Por tanto, el auténtico conocimiento sólo puede venir del entendimiento, de la razón.
A través de la razón conocemos las Ideas, es decir, las esencias universales, inmutables y eternas de las cosas. En consecuencia, Platón distingue entre el mundo de los sentidos, del que sólo tenemos conocimientos imperfectos y el mundo de las Ideas del que tenemos conocimientos ciertos mediante la razón.
Al mismo tiempo, para Platón el hombre también está dividido en dos partes.
Por un lado, tiene un cuerpo, sujeto a los cambios, que está ligado al mundo de los sentidos.
Pero además, el hombre tiene un alma inmortal donde reside la razón. Precisamente porque el alma no es material puede ver el mundo de las Ideas. En este punto es necesario hacer referencia a la teoría apriorística del conocimiento:
Platón afirma que si nuestra razón puede llegar a conocer las Ideas, que no están en el mundo sensible, es porque nuestra alma existió previamente en el mundo de las Ideas y que allí las conoció. Sin embargo, cuando el alma despierta dentro de un cuerpo humano, olvida las Ideas. Entonces, ¿Cómo conocemos? Lo que ocurre, responde Platón, es que al ver seres individuales, concretos y sensibles, el hombre recuerda las Ideas o esencias correspondientes que percibió en su existencia anterior.
Por tanto, para Platón, conocer es recordar las esencias al percibir las cosas de este mundo. Éste es, sin embargo, el ciclo humano ideal. Es el camino de los filósofos, porque la mayoría de las personas se aferran a los "reflejos" de las Ideas en el mundo de los sentidos. Para intentar explicar todo esto, Platón recurrió al conocido "Mito de la caverna", que aparece en el libro VII de La República.
De esta concepción platónica derivan ciertas consecuencias importantes para la estética. Para el filósofo, la belleza no puede limitarse a los cuerpos, no puede limitarse al mundo sensible, pues también es una prioridad de las almas y de las Ideas. Esta última, la belleza de las Ideas, es superior a la de los cuerpos y a la de las almas. Encontramos así tres tipos de belleza jerarquizados:
La belleza de los cuerpos y del mundo material, que es la belleza inferior y pertenece a la esfera de lo sensible.
La belleza de las almas o la belleza espiritual entendida como belleza intelectual y moral. Es una belleza superior, pero no la más perfecta. Es la belleza de los pensamientos y de las acciones.
La Idea de belleza o belleza en sí, que existe para los sabios. Es la belleza máxima y a diferencia de las anteriores, es eterna. Si el hombre ha de realizar algo bello, sólo puede hacerlo a semejanza de la Idea de belleza, puesto que es la fuente de toda belleza. Si los cuerpos y las almas son bellos, es por su semejanza con la Idea de belleza.
Platón describió esta belleza máxima en el Banquete (Texto 3): "aquello... que, en primer lugar, existe siempre, no nace ni perece, ni aumenta ni disminuye, que, en segundo lugar, no es bello por una parte y feo por otra, ni unas veces sí y otras no, ni bello en un respecto y en otro feo, ni aquí bello ni allí feo, de modo que para unos sea bello y para otros feo; ni tampoco... aparecerá lo bello como un rostro, unas manos, ni ninguna otra cosa de las que el cuerpo participa, ni como un razonamiento ni una ciencia, ni como algo que exista en alguna otra cosa, como en un ser vivo de la tierra, en el cielo o en otra cosa, sino ello mismo por sí mismo, consigo mismo siendo siempre único en su especie, mientras que todas las demás cosas bellas participan de ello en un modo tal que, aún aumentando, y pereciendo lo demás, aquello no se hace ni más grande ni más pequeño, ni sufre nada". Ésta belleza absoluta y fuente de toda belleza sensible, no puede ser material.
En consecuencia, si la verdadera belleza es suprasensible, las obras bellas de la pintura, la escultura o la literatura ocuparán necesariamente un grado comparativamente más bajo en la escala de lo bello, puesto que son materiales. Las cosas bellas son objeto de los sentidos, mientras que la Belleza absoluta es objeto de la inteligencia, de la razón. Estas afirmaciones filosóficas tuvieron como consecuencia la espiritualización y la idealización de la belleza. Al hablar de la belleza espiritual y elevarla por encima de la corporal, Platón coincide con la concepción generalmente adoptada en Grecia.
Sin embargo, se aleja de ella cuando llega al concepto de la Idea de belleza perfecta. Este concepto de belleza de Platón fue revolucionario, porque situaba la belleza en un plano trascendente. Ésta revolución se apoya en tres razones:
Extiende el amplio alcance del concepto griego de la belleza haciéndole abarcar también los objetos abstractos, inaccesibles por la experiencia.
La belleza del mundo sensible quedaba devaluada frente a la belleza ideal.
Introduce una nueva medida de la belleza: el grado de la belleza de las cosas pasa a depender de su mayor o menor distancia respecto a la Idea de lo bello. De esta forma se entiende el fragmento del Timeo (Texto 4): "Así pues, cuando el obrero mira constantemente hacia lo que es idéntico y, utilizando tal clase de modelo, se esfuerza en realizar la ideas y las propiedades, todo lo que así lleva a cabo es necesariamente bello, pero si mirara hacia lo nacido, al utilizar un modelo mortal, no sería bello".
Hasta este momento, los filósofos habían sugerido tres medidas de la belleza:
La medida de los pitagóricos había sido la forma objetiva, el grado de su regularidad y armonía.
La medida sofista había sido la experiencia estética subjetiva, el grado de placer comprendido en ella.
Para Sócrates, la medida de la belleza de las cosas residía en el fin que debían cumplir y en el grado de adaptación a dicho fin.
Platón propuso una cuarta medida: la idea de belleza perfecta que llevamos en la mente y con la cual medimos la belleza real.
La conformidad con la Idea era una "medida" de la belleza muy distinta a las anteriores y hace muy difícil llegar a una definición de lo bello que resulte aplicable a todas sus manifestaciones. Esta concepción de Platón se oponía a la definición de los sofistas y de Sócrates, puesto que no era relativa. En cambio concordaba, en cierta forma, con la pitagórica.
Algunos autores afirman incluso que el concepto de Platón y el de los pitagóricos se complementaban mutuamente, ya que la Idea de la belleza consistía en la regularidad y en la armonía. Es muy importante tener en cuenta que, al final de su vida, en su intento por racionalizar el cosmos, Platón identificó las Ideas con los números.
Por esta razón, en sus diálogos de vejez, insistió más en el concepto pitagórico que en el suyo, y sus meditaciones sobre la belleza se expresaron en formulaciones de carácter más matemático que idealista. En realidad, transmitió a la posteridad una estética matemática y metafísica.
Del pensamiento filosófico de Platón, nació el concepto general de la belleza y, como veremos, el concepto del arte. Sin embargo, a partir de él y de sus conocimientos artísticos también surgieron muchas ideas, observaciones y diferenciaciones. Entre ellas se encuentran la distinción entre la belleza estética y la belleza moral y entre la belleza absoluta y la relativa.
La distinción entre la belleza estética y la belleza moral
El pensamiento filosófico de Platón dio a su estética un carácter no sólo idealista sino también moralista. Su creencia en que los mayores bienes o valores son los morales ejerció también una importante influencia sobre su manera de entender la belleza. Durante la Antigüedad se aprecia tanto la belleza estética como la moral. No obstante, durante la época clásica, la belleza estética ocupó un puesto predominante. Los griegos, en general, apreciaban la belleza del mundo sensible en muchos aspectos como los espectáculos teatrales, las esculturas, los templos, la música o la danza. Para Platón, en cambio, la belleza moral fue la más importante.
La distinción entre la belleza absoluta y la belleza relativa
Esta diferenciación aparece en el Filebo (Texto 5): "En efecto, no es inmediatamente evidente lo que digo; hay que intentar, en verdad, aclararlo. Pues yo intento ahora expresar por belleza de las cosas no lo que el vulgo creería, la de los seres vivos o de algunas pinturas, sino que me refiero... a la línea recta y al círculo y a las superficies y los sólidos que provienen de ellos con tornos, reglas y escuadras, si me entiendes. Pues estas cosas no digo que son bellas en relación a algo, como otras, sino que siempre en sí mismas son bellas por naturaleza".
En este diálogo, Platón estableció una distinción entre la belleza de las cosas sensibles y la belleza de las formas geométricas. La belleza de las cosas sensibles la considera una belleza relativa, superficial, mientras que de la segunda afirma que "es hermosa siempre y por sí misma", es decir, la consideró una belleza absoluta. Esta diferenciación la estableció porque Platón consideraba que los cuerpos geométricos eran entidades intermedias entre los objetos sensibles y las Ideas.
Para el filósofo se diferencian de los objetos sensibles en que son eternos e inmutables, pero también se diferencian de las Ideas, porque hay muchos que son semejantes, mientras que la Idea misma es única en cada caso. Es decir, los cuerpos matemáticos, las formas geométricas son objetos inteligibles, pero particulares.
APORTACIONES A LA TEORÍA DEL ARTE
El concepto de arte y sus consecuencias
Como hemos visto qué sucedía con el concepto de belleza, Platón se sirvió del amplio concepto griego del arte, del concepto de techné. Como sabemos, en el se incluía no sólo las Bellas Artes, sino a todas las artes útiles y parte de las ciencias. Recordar que para los griegos en la parte se entendía como toda actividad humana productiva, dependiente de la habilidad y conscientemente guiada por reglas generales.
Este concepto de arte tuvo dos consecuencias fundamentales. La primera es que la teoría de la arte de Platón no está estrechamente relacionada con su teoría de lo bello. Esto se debe a que la belleza máxima la reconoce fuera del mundo sensible y no en el arte. Además, en muchas de las artes no percibe ningún vínculo que las una con la belleza.
La segunda consecuencia es que la poesía no se incluía entre las artes, puesto que se consideraba que estaba ligada a la inspiración y no a la habilidad. Esta última idea también se encontraba en el pensamiento griego tradicional, pero Platón la desarrolló y creó una concepción de la poesía profética e irracional. Platón pensaba que la poesía era producto de la inspiración, entendida como un estado especial de la mente distinto del normal. En este aspecto coincidía con Demócrito. Recordar la afirmación de que "no puede existir un buen poeta sin entusiasmo o sin un soplo de locura". La principal diferencia es que un materialista como Demócrito consideraba que esta locura no podía entenderse como algo sobrenatural, porque para él sólo existían los hechos naturales mecánicos. Se trataba de un fenómeno psicológico excepcional. Por el contrario, para Platón, la inspiración de los poetas era de origen divino. Por eso en el Ión afirma: " Los poetas no son otra cosa que intérpretes de los dioses".
Sin embargo, Platón se dio cuenta de que no toda la poesía nace de la inspiración y que existen escritores que se guían por la habilidad adquirida por la práctica.
Así se entiende el fragmento del Fedro (Texto 6): "Y el que sin locura de las Musas llegue a las puertas de la poesía, persuadido de que llegará a ser un poeta eminente por medio de la técnica, será imperfecto, y la poesía del hombre cuerdo es oscurecida por la de los enloquecidos". Lo que hizo Platón fue establecer una diferenciación entre poesía "maníaca", que nace de la locura poética, es decir, de la inspiración, y la poesía "técnica", que nace de la habilidad. Aunque realizó matizaciones posteriores, para el filósofo, la primera, la poesía "maníaca", se encontraba entre las actividades más sublimes del hombre, mientras que la segunda, era un arte como otro cualquiera. Por esta razón, en su jerarquía humana, asigna a los poetas dos lugares distintos: los que cultivan la poesía que deriva de la inspiración los sitúa en primer plano, junto a los filósofos, mientras que los que cultivan la poesía técnica los sitúa en compañía de los artesanos y de los campesinos. En su opinión, no son más que simples "trabajadores" o "productores". Platón señala esa diferencia entre los poetas pero no la ve en otros profesionales que hoy llamamos artistas. De esta forma, se entiende que considerara a todos los pintores y escultores como artesanos.
La división de las artes y el concepto de mímesis
Como hemos visto, el concepto de arte era muy amplio. Platón se planteó la necesidad de realizar una división de las artes en varias ocasiones. De todas las divisiones que propuso, la más importante para la estética fue la separación entre artes productivas y artes imitativas o miméticas. Llamó artes productivas a las que producen objetos, como recipientes o utensilios, mientras que las artes imitativas o miméticas son las que proceden imágenes, las artes representativas.
Ya hemos visto con anterioridad este interés por realizar una división de las artes. Recordar que Isócrates había distinguido dos tipos de productos humanos: los productos que son útiles y los que proporcionan placer. Por su parte, Sócrates también había distinguido entre las artes que crean objetos que la naturaleza no produce, como las del herrero y la del zapatero, y las artes que repiten lo que existe en la naturaleza, como la pintura y la escultura. Sócrates ya había afirmado que estas últimas tienen un carácter imitativo y representativo que las diferencia de las demás artes.
Es importante tener en cuenta que Platón hizo esta división de forma muy general, sin enunciar las artes comprendidas en cada grupo. Con su división dio sólo el primer paso hacia la teoría de las artes imitativas. No obstante, ejerció una influencia decisiva en la evolución de esta teoría, puesto que formuló de manera definitiva el concepto de mímesis. Platón fue el encargado de dar un nuevo sentido al viejo término "mímesis" (recordar que Sócrates no lo había utilizado). De modo general, puede decirse que utilizó esta palabra con el sentido de reproducir, de repetir el aspecto de las cosas, de imitar, de representar. Aplicó este concepto a las artes plásticas, como Sócrates, y también a la poesía técnica y a la música (aunque en este último caso también utilizó el sentido primitivo del término). Para Platón, estas artes representan la realidad. De esta forma, Platón establecía de modo definitivo la noción de "imitación", en el arte. Por esta razón, la mayoría de los historiadores de la estética consideran que ningún otro filósofo en la historia ha tenido una influencia tan decisiva sobre el pensamiento artístico como Platón.
Para entender este aspecto, hay que tener en cuenta la época en que vivió Platón.
Entre los años finales del siglo V y la primera mitad del siglo VI a.C., la escultura se había liberado del sentido geométrico y empezaba a representar personajes reales. La pintura también experimentaba una transformación similar. Este hecho hizo que la representación de la realidad por el arte se convirtiera en un tema de actualidad que debía considerarse. Sin embargo, este concepto que, en principio parece sencillo, se complica cuando consideramos qué era la realidad para Platón.
Como ya vimos, la concepción platónica de la existencia era jerárquica: por un lado estaba el mundo sensible, el mundo de los sentidos o la realidad empírica y, por otro, el mundo de las Ideas. Para Platón, la existencia, la auténtica realidad, "lo necesario", eran las Ideas, mientras que el mundo sensible, "lo contingente" no es más que una "imagen", una copia, un reflejo imperfecto de las Ideas. Por lo tanto, cuando un escultor o un pintor "imitan" al hombre o a cualquier otra cosa material están realizando una imagen que es una imitación de otra imitación, una copia de otra copia. Es decir, por un lado, las obras de arte son "imitaciones", pero por otro lado son "fantasmas", son cosas irreales. Están doblemente separadas de lo que existe, de lo que es, de "lo necesario". Como hemos visto, Platón estableció una diferenciación entre las artes productivas, las que crean o producen objetos y las artes imitativas, que crean imágenes.
La característica esencial de estas últimas no sólo está en la imitación, sino también en lo y real de sus obras. Vemos, por tanto, que el concepto de mímesis de Platón no es una noción naturalista sencilla, como se ha interpretado en ocasiones, ni como muchas de las teorías que le siguieron después. La formulación clásica de este concepto se encuentra en un pasaje del libro X de la República, donde Platón introduce el ejemplo del lecho (Texto 7): "«Un lecho, ya lo miréis de lado, ya de frente o por cualquier otro lado, ¿difiere en algo de sí mismo... o parece distinto? ¿E igualmente lo demás...? ¿Con vistas a qué se hace la pintura en cada caso? ¿Tal vez con vistas a imitar lo que existe, según es, o lo que aparenta, según parece, siendo imitación de una apariencia o de una verdad?»
«De una apariencia...» «Entonces está lejos de la verdad el arte de imitar»".
En este fragmento se afirma lo siguiente:
Sólo hay una idea de lecho.
El carpintero imita esta Idea realizando un cierto tipo de lecho, de material específico y de forma concreta.
El pintor que lo representa no reproduce realmente el producto del artesano, sino que pinta su apariencia óptica, reproduce el lecho como él lo ve desde un cierto ángulo, con una cierta luz, etc... Por tanto, el pintor se encuentra doblemente apartado de la verdad, de la realidad última, es decir, de la Idea.
Dentro de las artes imitativas, y especialmente en la pintura, Platón distinguió a su vez dos clases: el arte reproductivo o eikastiké y el arte fantástico o phantastiké. Esta diferenciación aparece en un fragmento del Sofista, en el que conversan un joven matemático llamado Teeteto y otro personaje llamado extranjero (Texto 8). Según se desprende del texto, el arte reproductivo eikastiké, que también se ha denominado "construcción del parecido", busca reproducir un objeto con fidelidad. La construcción del parecido se consigue cuando el artista imita el modelo según las proporciones objetivas, respetando su longitud, anchura y profundidad, así como sus colores reales. En lo que respecta a la pintura, Platón parece estar pensando en el estilo plano, lineal, en el que se aplican colores puros o fácilmente identificables.
Al segundo grupo lo llama arte fantástico o phantastiké. Es aquel que no tiene en cuenta la objetividad del elemento que representa, el que no respeta sus medidas ni sus colores reales. Esta imitación "fantástica" se caracteriza por representar las "apariencias engañosas" de los objetos que no se corresponden con su realidad externa, es decir, se caracteriza por la creación intencionada de ilusiones ópticas convincentes. El mejor ejemplo de la imitación fantástica son las ilusiones perspectivas que Platón menciona en el texto.
Otro caso aludido por el filósofo en otros diálogos es la pintura de los escenarios teatrales, la Skenographía. Como ya vimos se trata de una pintura que produce efectos ilusionistas, especialmente cuando se contempla a distancia. Platón no acepta este tipo de deformaciones. Para él, estas representaciones pictóricas no son ya "imitaciones" sino "ilusiones". Hay que tener en cuenta que realizó esta división impresionado por el arte de su tiempo, caracterizado por el ilusionismo y la deformación consciente de las formas y colores. Sobre la pintura ilusionista, Platón opina que va en busca de hacer "milagros" y "hechizar" y que es un arte "de engaño". Ve, por tanto, en la pintura las mismas cualidades que Gorgias había destacado en su teoría ilusionista o apatética, pero mientras éste consideraba la ilusión del triunfo del arte, Platón la considera una desviación y un defecto. Platón desaprobó especialmente la pintura ilusionista, porque creía que el dominio de la experiencia óptica en la que se basa está desprovisto de verdad.
Recordar que para Platón lo que percibimos por los sentidos es "lo contingente", lo que está sujeto a los cambios y muere. La única fuente de conocimiento válida para él era la razón. Por tanto, cree que las limitaciones fantásticas son una falsedad. En consecuencia, lo que hizo que Platón tuviera una opinión negativa del arte de su tiempo no fue su carácter representativo, sino ilusionismo.
Los objetivos del arte: la utilidad y la justedad
Para Platón el arte tiene dos objetivos principales: la utilidad y la justedad.
La utilidad la entendió desde el punto de vista moral, es decir, consideraba que el arte era un medio para formar el carácter del hombre. Este punto de vista moral era un legado de Sócrates.
Sin embargo, Platón planteó la cuestión socialmente, manteniendo que el arte debe participar en la creación del estado perfecto.
La segunda función fundamental del arte, todavía más importante, era la justedad o veracidad. El arte, para cumplir la misión que le corresponde, debe atenerse a las leyes eternas que rigen el cosmos, es decir, debe penetrar en el plano del mundo de las Ideas. De lo contrario, será acusado de falsedad, y Platón pensaba que, un arte sin verdad, no puede ser un buen arte.
Esto quiere decir que el artista debe intentar descubrir y representar la forma o esencia única que corresponde a cada cosa, debe intentar representar la Idea. Cada desviación de la perfección de la Idea es un error y una falsificación. Al mismo tiempo, hay que tener en cuenta que, para Platón, el cosmos, construido conforme a Ideas eternas y regido por leyes inmutables, es perfecto en su orden y medida. Esta tesis fue una herencia pitagórica.
Recordar que, al final de su vida, Platón intentó reducir toda la realidad, todo el cosmos a relaciones matemáticas con el fin de racionalizarla. Identificó así las Ideas con los números. Por tanto, únicamente las artes que se valen del cálculo y la medida, las que están regidas por la razón, son capaces de realizar sus fines de utilidad moral y justedad o veracidad. En su opinión, la arquitectura logra mayor exactitud que otras artes, ya que utiliza el cálculo y la medida, se basa en el número. De manera resumida puede decirse que la justedad o veracidad de una obra de arte consiste, sobre todo, en una disposición adecuada de sus elementos. Así se entiende que para que el artista consiga la justedad o veracidad en su obra de arte debe conocer y aplicar las leyes eternas que rigen el mundo (que son de carácter matemático).
En resumen: las tareas y los criterios del buen arte son la "utilidad", en el sentido de formar el carácter y la "justedad", en el sentido de conformidad con las leyes del cosmos. A la pregunta de si el arte es capaz de satisfacer estas exigencias ideales, Platón responde que puede satisfacerlas y que antes solía hacerlo. Pone como ejemplo el arte arcaico de los griegos y, sobre todo, el arte de los egipcios. Para el filósofo, este último pretendía reflejar en sus obras las leyes eternas de la existencia (la más importante era el orden y la medida), sirviendo así a la verdad y al fortalecimiento del carácter. Vemos, por tanto, que la admiración de Platón por el arte egipcio se basa en que le atribuye una serie de cualidades, como la permanencia y la racionalidad, que son características propias de las Ideas.
La condena del arte
La condena del arte de Platón se refiere a las artes imitativas, principalmente a la pintura y escultura. A diferencia de lo que piensa del arte griego arcaico y del arte egipcio, Platón, condena el arte de su tiempo, por sus aspiraciones a la novedad y a la variedad y por su subjetividad, individualismo e ilusionismo. Para evitarlo, Platón exigía que el arte se atuviese a la tradición. Es interesante tener en cuenta que nos encontramos ante el primer pensador destacado de la época clásica en cuyo programa se retrocedía al arte del pasado.
Las diferencias entre sus postulados filosófico-morales y el arte ateniense de su época provocaron que el arte se separara de la filosofía del arte. Antes de Platón, los teóricos adaptaban sus conceptos teóricos al arte de su tiempo. Platón, en cambio, quiso que el arte se adaptase a sus conceptos y formuló preceptos de cómo debía ser. En este sentido, se le considera el prototipo de filósofo que quiso normalizar el arte el lugar de analizarlo.
Sin embargo, la actitud de Platón hacia las artes plásticas fue muy ambigua. Por un lado, desde el punto de vista filosófico, las condenó. Pero al mismo tiempo, encontramos en sus diálogos más de una alabanza a las artes plásticas griegas. Por esta razón, varios historiadores de la estética señalan que sus exigencias filosóficas respecto al arte se encuentran entre sus conceptos más extremos, dudosos y paradójicos. Además, formuló su crítica de cierto tipo de arte de manera tan general que daba la sensación de que estaba en contra de cualquier manifestación artística.
Los argumentos de Platón para condenar el arte y su época se encuentran directamente relacionados con el apartado anterior. Es decir, para el filósofo, el arte era negativo porque no cumplía sus objetivos: ni tenía utilidad moral ni daba una imagen verdadera de la realidad.
Para Platón, el arte de su tiempo no sólo no contribuía a formar el carácter del hombre, sino que corrompía al pueblo. Pensaba que el arte afecta a los sentidos y estimula los sentimientos, mientras que el hombre debía guiarse exclusivamente por la razón. Al influir sobre los sentimientos, el arte debilita el carácter y adormece el interés moral y social del ciudadano.
Este es un argumento que proviene de la Ética: sus tesis sociales sostienen que sólo hay un método adecuado para educar a los ciudadanos y dirigir su vida. Creía que el arte debía formar los caracteres según la Idea del Bien. Por otra parte, pensaba que el arte no cumple con la función de justedad ni verdad, porque induce al error y da una imagen falsa de la realidad. Podemos preguntarnos: ¿Cómo puede inducir el arte al error si representa la realidad? Porque, según Platón, el arte representa la realidad deformándola, proporcionando así una imagen ilusoria (se está refiriendo al arte fantástico). Pero, incluso cuando no la deforma (arte reproductivo) representa sólo el aspecto superficial de las cosas y, de acuerdo con su sistema filosófico, el aspecto externo y sensorial de la realidad constituye no sólo una imagen superficial, sino también falsa (está doblemente separado de la verdad).
El idealismo platónico afirma que la verdad de las cosas no está en su apariencia sensible sino en su esencia eterna e inmutable, en la Idea de esa cosa. Únicamente las Ideas y su mundo son verdaderos. Como sabemos, este argumento proviene de su teoría del conocimiento y de su metafísica.
La crítica de Platón no fue, por tanto, una evaluación estética del arte, sino una demostración de que el arte es inútil desde el punto de vista moral y cognoscitivo. Sus argumentos sólo podían interesar a los que aceptaban que el arte debería ajustarse rígidamente a la verdad objetiva, estar de acuerdo con la razón y aproximarse al mundo de las Ideas.
El mismo Platón tampoco se sometió siempre a sus propios argumentos. Sin embargo, aunque los argumentos de Platón no afectaban a todo el arte, el juicio general de Platón sobre el arte imitativo fue negativo porque, incluso cuando no lo condena, lo minimiza. Para el filósofo, el arte imitativo es una ocupación frívola, un juego, que distrae al hombre de sus deberes superiores. El arte del pintor, que trabaja con imágenes y no con cosas reales, lo contrapone a las artes "serias" que "colaboran con la naturaleza", como la medicina, la agricultura, la gimnasia o la política. Así se entiende el fragmento de las Leyes (Texto 9) en el que afirma: "El arte se sirve de formas ya existentes en la naturaleza. Mortal como es, produce tan sólo no perecedero, al contrario que la naturaleza. Mientras que la naturaleza solamente persigue resultados serios, el arte (...) persigue también objetos placenteros y deleitosos como lindos juguetes, que no tienen participación alguna en la verdad, pero que crean ilusiones".
Una vez vistas las principales ideas estéticas de Platón, puede hacerse una breve valoración de la actitud estética de Platón.
Platón basó su interpretación de la belleza y del arte en la visión del cosmos de los pitagóricos, en su creencia en la preexistencia de un orden matemático y de la armonía del mundo. A esta cosmología, asoció el pensamiento ético de Sócrates, según el cual el valor máximo es el moral.
Pero ni los pitagóricos ni Sócrates imaginaron las conclusiones que sacaría Platón. Fue él quien creó el concepto idealista de belleza junto con la concepción representativa y moralista del arte, condicionado por su actitud ética y metafísica. Nunca antes se había propuesto una interpretación del arte y de la belleza más radical.
Sus postulados básicos podrían resumirse en tres puntos:
La belleza es una propiedad de la existencia (de las Ideas) y no de la experiencia humana. Solamente puede ser captada por la mente, pues a los sentidos únicamente llegan sus reflejos lejanos.
El arte puede basarse únicamente en el conocimiento de la existencia, en las Ideas, y no hay en él lugar para la libertad, para la personalidad del artista, para su originalidad y creación. El artista sólo puede descubrir y representar la forma o Idea única que corresponde a cada cosa. Cada desviación de la Idea es un error, una falsificación.
Lo que hacen los artistas es proporcionar una imagen más o menos lejana de la Idea. Además, los artistas se dejan llevar fácilmente por los sentimientos y los sentidos, por lo que se aparta de los objetivos principales del arte: la utilidad moral y la justedad o veracidad.
En comparación con la perfección de la existencia, las posibilidades del arte son escasas.
Platón parece un hombre aislado en sus opiniones. Su idea trascendental de la belleza parece ajena a la época clásica, que supo apreciar la belleza del mundo temporal. Su pensamiento metafísico-espiritualista lo apartó de sus contemporáneos, los filósofos sofistas y su pensamiento relativista. Sin embargo, no debe olvidarse que la cultura clásica griega fue polifacética. Los sofistas representaron uno de los polos, Platón el polo opuesto.
Situación y Características del Pensamiento de Aristóteles
Aristóteles nació en el año 384 a.C. en la ciudad macedónica de Estagira, en la isla de Eubea, territorio que constituía entonces la periferia del mundo helénico. Por esa razón, también se le llama "el Estagirita". Su padre, Nicómaco, fue un reconocido médico de la corte de Macedonia. Algunos autores afirman que este hecho influyó en la filosofía de Aristóteles, pues una de sus principales preocupaciones fue el estudio continuo y sistemático de la naturaleza viva.
A los 16 ó 17 años, marchó a Atenas e ingresó en la Academia dirigida por Platón, que tenía entonces 61 años. Accedió a ella, por tanto, cuando la filosofía platónica se encontraba en su última fase de desarrollo. En esta institución permaneció durante más de veinte años, primero como discípulo destacado y luego como colaborador, hasta la muerte de su maestro (ca. 348-347 a.C.).
Al morir Platón, se marchó de Atenas, fundó una rama de la Academia en Assos y, al parecer, comenzó a desarrollar su propio sistema filosófico.
Hacia el año 343 ó 342, Aristóteles fue invitado por Filipo de Macedonia a su corte para que se hiciera cargo de la educación de su hijo, el futuro Alejandro Magno, que entonces tenía 13 años. Aproximadamente unos diez años más tarde, hacia el año 335 a.C., cuando Alejandro subió al trono, Aristóteles volvió a Atenas y fundó su propia escuela: el Liceo.
El santuario del Lykeion, donde Aristóteles decidió dar sus clases, incluía, como los demás santuarios de la ciudad, zonas ajardinadas y un gimnasio. En este último había un extenso pórtico o paseo porticado donde Aristóteles impartía sus lecciones. Por esta razón, su escuela recibió el nombre de Perípatos o peripatética. El Liceo funcionó como una institución científica, dotada de una amplia biblioteca, con un numeroso cuerpo docente compuesto por investigadores y un sistema regular de lecciones. Como en la Academia, ninguno de sus miembros pagaba nada ni cobraba por enseñar, por lo que debían tener asegurado su medio de vida para poder dedicarse a la filosofía. En ambas instituciones se estimulaba la crítica y la originalidad de pensamiento. La diferencia fundamental fue que en la Academia se practicaba más la dialéctica y su interés estaba especialmente centrado en las matemáticas. En el Liceo, la enseñanza se impartía de forma más sistemática y su principal línea de investigación estaba dedicada a la ciencia experimental y la historia natural, además de la erudición jurídica y social.
Como explica Jesús Mosterín, Aristóteles daba clases a los estudiantes de su escuela por la mañana, reservando las tardes para dar conferencias públicas sobre retórica y otros temas de interés general.
Tras la muerte de Alejandro Magno, en el año 323 a.C., se produjo en Grecia una reacción contra la soberanía macedónica. Por esta razón, Aristóteles, que había estado estrechamente relacionado con el monarca, tuvo que huir de Atenas "para que los atenienses no pecasen una vez más contra la filosofía". El filósofo se retiró a Calcis, en la isla de Eubea, donde murió al poco tiempo, concretamente en el año 322.
El hilemorfismo aristotélico
Para comprender la estética aristotélica es fundamental entender los rasgos básicos de su pensamiento filosófico, especialmente los relativos a su teoría del conocimiento y a su metafísica. Dentro de esta última se encuentra el llamado "hilemorfismo" aristotélico o teoría de la sustancia.
Hilemorfismo es una palabra compuesta de hyle (materia) y morphe (forma).
De forma muy resumida, puede decirse que el pensamiento de Aristóteles reemplazó el dualismo platónico entre la Idea y la Apariencia, entre el mundo de las Ideas y el mundo de los sentidos, por la relación entre Materia y Forma.
El libro I de la Metafísica de Aristóteles se inicia con las siguientes palabras: "Todos los hombres tienen por naturaleza el deseo de saber". Para Aristóteles, este saber o adquisición de la sabiduría consiste en el conocimiento de las causas o principios del ser, es decir, de lo que existe. Este es el objetivo de la metafísica aristotélica que elaboró, en buena medida, como una reacción a la teoría de las Ideas de Platón.
La principal crítica que Aristóteles hizo a la teoría de las Ideas de su maestro fue la separación radical que establecía entre los objetos sensibles y las Ideas. Esta división hacía que el mundo sensible no tuviera una auténtica realidad. Ya vimos que, para Platón, la verdadera realidad era el mundo de las Ideas, "lo necesario". Entendía las Ideas como las esencias universales, inmutables y eternas de las cosas, como sus arquetipos o modelos. Eran más reales que los fenómenos de la naturaleza, que sólo eran apariencias, copias imperfectas de las Ideas. Por tanto, dio la espalda al mundo de los sentidos (recordar el Mito de la caverna), porque para él la única forma de conocer la realidad era mediante la razón.
Aristóteles, por el contrario, pensaba que la realidad es el mundo sensible. Naturalmente, consideraba la razón importante, pero, como veremos, también valoraba el conocimiento proporcionado por los sentidos.
Otro de los aspectos fundamentales de su crítica a la teoría de las Ideas fue su incapacidad para explicar los cambios de la naturaleza. Platón afirmaba que las Ideas son inmóviles e inmutables. Entonces, ¿Cómo se explica que las cosas del mundo sensible estén en continuo cambio si son su reflejo o imitación? ¿De dónde procede el cambio?. A diferencia de su maestro, Aristóteles se interesó especialmente por estudiar estos cambios o "procesos de la naturaleza". Por esta razón, el concepto de transformación o producción juega un papel tan importante en su pensamiento. No obstante, Aristóteles creía, al igual que Platón, que existe un elemento común que caracteriza a un objeto o ser sensible en su conjunto que constituye su esencia y que es eterno, universal e inmutable. Lo que no admite es que exista con independencia de las cosas, fuera del mundo sensible.
Para explicar esta cuestión propone su teoría de la sustancia, conocida también como el hilemorfismo aristotélico. Para Aristóteles, la realidad está compuesta de una serie de cosas u objetos individuales (sustancias) que constituyen un conjunto de material y forma. La materia o "causa material" es aquello de lo que está hecha una cosa, el material. Según la definición aristotélica es el "sujeto del cual se genera una cosa no accidentalmente y que subyace a los cambios". La forma o "causa formal" es la esencia del objeto, el elemento universal, al conjunto de sus cualidades específicas, es decir, la Idea platónica. La diferencia fundamental con respecto a Platón es que la forma no existe por separado, en un mundo superior, sino que ésta inseparablemente unida a la materia. Sólo en el entendimiento es posible esta separación.
Otra diferencia fundamental con respecto a la propuesta de su maestro es la manera en que el hombre llega a conocer este elemento universal. Platón creía que lo eterno e inmutable, lo universal o la Idea, la había conocido el alma inmortal antes de penetrar en el cuerpo (recordar la Teoría apriorística del conocimiento). Aristóteles, por el contrario, creía que este elemento universal o forma no es más que un concepto abstracto que los humanos elaboramos después de conocer la realidad sensible. Por ejemplo, elaboramos características inmutables de "caballo", sus cualidades específicas, después de haber visto muchos caballos particulares.
Platón pensaba que no había nada en la naturaleza que no hubiera existido antes en el mundo de las Ideas. Aristóteles señaló que todas nuestras ideas tienen su origen en la información proporcionada por los sentidos. El hombre, gracias a la razón, puede ordenar esta información en distintos grupos y clases, surgiendo así los conceptos, las "formas" de caballo, de hombre, etc. Pensaba, además, que la razón constituía la característica más destacada del ser humano y es, precisamente, aquello que lo diferencia de los demás seres de la naturaleza.
Nos encontramos, por tanto, ante un cambio radical en la manera de pensar.
En primer lugar porque, para Platón, lo que existe en la naturaleza sólo son reflejos imperfectos de algo que existe de un modo real en el mundo de las Ideas. Aristóteles, por el contrario, le dio al mundo sensible un significado y una realidad que no existían en la teoría de las Ideas de su maestro.
En segundo lugar, Platón creía que el mayor grado de realidad es lo que pensamos con la razón, mientras que para Aristóteles es igual de importante el conocimiento proporcionado por nuestros sentidos.
Aristóteles, por tanto, abandona el mundo de las Ideas para interesarse, especialmente, por estudiar los cambios que tienen lugar en la naturaleza, que considera un proceso dinámico en continuo desarrollo. ¿Cómo explica estos cambios o procesos?. Acabamos de ver que, para Aristóteles, todas las cosas (sustancias) son un compuesto inseparable entre materia y forma. Pues bien, en la materia siempre hay una posibilidad inherente de realizar o concluir una forma determinada. Para Aristóteles, cada cambio que tiene lugar en la naturaleza es una transformación de la materia de posibilidad a realidad. Dicho de otro modo, Aristóteles distingue dos formas de ser: ser en acto (lo que está siendo) y ser en potencia (lo que puede ser, el conjunto de capacidades o posibilidades de esa cosa u objeto para llegar a ser algo distinto de lo que actualmente es). Por ejemplo, un niño tiene la capacidad de ser un hombre. Es por tanto, un niño en acto y un hombre en potencia. No es un hombre, pero puede llegar a serlo. Cada sustancia encierra, por lo tanto, un conjunto de capacidades o potencialidades que le es propia. Naturalmente, la potencia de una sustancia viene determinada por su naturaleza. Como explica Gaarder, en El Mundo de Sofía un huevo de gallina no puede convertirse en un loro.
Hay un último aspecto de la filosofía aristotélica imprescindible para entender sus aportaciones a la estética.
Ya hemos visto que, para Aristóteles, la sabiduría, el verdadero conocimiento consiste en llegar a determinar los principios del ser. Utiliza, por tanto, un método completamente distinto al de su maestro para conocer la realidad. Para Aristóteles, estos principios o causas son cuatro: la causa material, la formal, la motriz o eficiente y la final o teológica. Ya hemos hecho referencia a las dos primeras, que se encuentran inseparablemente unidas en la sustancia. Las otras dos, son exteriores. La causa motriz o eficiente es aquello que ha dado lugar al objeto, la fuente del movimiento o el principio de cambio. La causa final o teológica es aquello a lo que está destinado el objeto, su fin o intención.
En relación con la estética, es importante considerar la diferencia que establece entre los objetos naturales y los artificiales. Mientras los primeros tienen en sí mismos la causa o principio del cambio, los segundos, entre los que se encuentran los productos del arte, no tienen ninguna tendencia natural al cambio. Por tanto, su causa motriz o eficiente es el artista.
La teoría de las cuatro causas está inspirada, precisamente, en la acción del hombre respecto a la fabricación de objetos artificiales, en donde la causa eficiente y la final actúan de manera deliberada y determinada. El caso de la escultura de mármol de un atleta es uno de los ejemplos clásicos. La causa material es el bloque de mármol; la formal, la esencia de la estatua, lo que la caracteriza y es común a todas; la causa motriz es el artista y la causa final, puede ser conmemorar o ensalzar la fortaleza de un atleta.
Las Ideas Estéticas de Aristóteles
Los aspectos fundamentales de esta segunda parte del tema son cuatro:
Los textos de Aristóteles sobre cuestiones estéticas
Los precursores de la estética aristotélica
Las ideas estéticas relativas a la teoría del arte, entre las que se encuentran su definición del concepto de arte; la división de las artes y el concepto de mímesis; la "catarsis" o purificación mediante el arte y los fines del arte
Las ideas estéticas relativas a la teoría de la belleza: el concepto de belleza; las condiciones de la belleza y la experiencia estética
Los textos de Aristóteles sobre cuestiones estéticas
El término hermenéutica significa el arte de explicar, traducir, o interpretar; es la ciencia y arte de la interpretación. En términos generales, quiere decir, que alguna cosa es vuelta comprensible o llevada a la comprensión. El enfoque hermenéutico es una estrategia que se orienta al cambio en las funciones del gerente educativo, con una postura más humana y racional en su concepción práctica, es decir, la gestión se alimenta de los aportes de diversas corrientes pedagógicas, asociadas a la planificación, organización, dirección control v evaluación de los procesos educativos dentro del contexto venezolano, derivando un nuevo ambiente, motivado a la flexibilidad de los directivos de las instituciones educativas. Representa un paradigma que debe ser integrado, en el cual el aspecto técnico, el administrativo y el educativo, deben ser uno solo.
En este sentido, el docente debe interpretar los procesos y considerarlos desde la perspectiva de la realidad contextualizada, que orienta y estimula la gestión efectivamente, siendo que cubre las expectativas, sirviendo de guía en los procedimientos a seguir en concordancia con los lineamientos del nuevo diseño curricular. El docente educativo poniendo en práctica su rol de investigador debe indagar al respecto, utilizando la hermenéutica como instrumento, puesto que dicho enfoque deberá estar muy bien estructurado, su aplicación representará una alternativa innovadora, válida y ajustada a los lineamientos sociales establecidos.
Tomado de: www.rincondelvago.com el 24/10/2014 a las 12:30 pm.
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